Al escribirte puedo llegar al nivel de relajación de un monje tibetano
Puedo poner mis ondas cerebrales
Alpha, Betha , Theta y Gamma en total armonía y mi ser se transporta al nirvana de las fantasías en las que tomo tu mano y
volamos a tomar un café en el París de los años 20, la época más despreocupada
y libertina de la historia y contemplamos el Sena sin preocupación alguna, saboreando
la tarde hasta cuando se funde con el
anochecer.
Entonces en ese momento
emprendemos la retirada lentamente por las calles torcidas y empedradas hasta
una vieja pensión en la que alquilamos una pequeña buhardilla con chimenea en
la que hacemos el amor sobre el tapete y bebemos vino con una tabla de quesos.
Nos despierta el frio de la
madrugada y corremos hacia la cama a ras del suelo en la que continuamos un
abrazo eterno para calentar los cuerpos y sobre todo el alma y hacemos el amor
nuevamente
Como dibujando un mandala…