domingo, 21 de septiembre de 2008

Unforgettable

Unforgettable
amilkarbrunal@yahoo.es
2004







Unforgettable


Ellos Se despidieron sin siquiera darse un beso, uno de esos besos que uno guarda en el alma por cierto tiempo para endulzarlos un poco, no tanto como para empalagar. Un beso como el que se da a través del cristal. Un beso que se da una sola vez en la vida. Un beso que es más valioso que cualquier otro por que es tan efímero como los sentimientos de una mariposa, por que es tan seguro como una erupción volcánica, tan seguro como que de niño te dará varicela.


Los cubrió la noche, es decir ,los encubrió. Realmente no solo la noche fue cómplice de ellos. Se confabularon el agua y la tierra, el aire y el fuego de la luna llena, para embrujarlos con un elixir misterioso, impregnado de la música que alguna vez guardaste en el corazón para los tiempos de sequía.


Su palpitar apresurado como galope de caballos desbocados con el respirar reprimido pero con el alma en calma, sus cuerpos cumplieron la cita que tenían preparada desde hacía mucho tiempo sin saberlo.


Apretando los labios con fuerza, se tragaron uno a uno, hasta el último suspiro de pasión y se les clavó en la piel ,el dolor de la nostalgia. Una nostalgia extraña les invadió todo el pecho. Una nostalgia como la que dejan los amigos caros cuando los dejas de ver por mucho tiempo.


Una nostalgia ligera, no tan pesada como el dolor de la ausencia absoluta, más bien como una ausencia presente. Sí, presente por que les quedó en la piel el calor y el sabor del otro: por que se les llenaron los ojos de una paz infinita y aprendieron a decirse en silencio todo lo que llevaban dentro.


Presente por que les quedó en el alma un aroma azul aguamarina teñido con un poco de ternura.


Sus manos se trenzaron en ritual de apareamiento mientras el corazón se les salía del pecho. El tiempo voló el muy cobarde, voló como cuando consumes un helado bajo el sol canicular, voló sin importarle nada. Nisiquiera le importó saber que aquella noche, no volvería jamás a ser como había sido. Se fue la noche sin importarle la profunda necesidad de ellos de dejar de ser lo que siempre habían sido, para poder ser simplemente ellos. Sin tapujos ni reproches sin siquiera nombres ni caminos.


Los atrapó la noche en un abrazo fuerte, en un abrazo fuerte y tibio. Los abrasó la noche. Cubiertos de un sopor adormecedor, los dominó un sueño entre dos, sueño de amantes, un sueño en donde no existen límites ni fronteras, en donde no se necesitan sonidos para apreciar la belleza de la música.


Donde no se necesitan colores, para entender la importancia de una flor sobre la almohada.


Un mundo en donde no hacen falta risas para sentir la textura de la alegría. Donde no hacen falta caricias para entender que tienes una alma eterna.


Donde las lágrimas te limpian por dentro y aun el dolor tiene sentido.

Aun así, se les partió también un poco el alma, se les llenaron de mariposas las entrañas cada vez que los unía el pensamiento, el respirar presuroso, vacío en la boca del estómago la piel que se te enfría poco a poco ,un extraño enloquecer de los sentidos.


Llegará un momento tal vez desprevenido, en el que ya no quede más que un leve aliento de aquel momento en el que unos ojos cálidos y transparentes, te miraron desde lo profundo del alma y el sabor de unas manos que te arrancaban la piel a pedazos para abrirte y estrenar mil alas nuevas; se desvanezca, dejándote tan solo una sonrisa .


Pensamientos tortuosos por no saber en que momento le veras de nuevo en que lugar que circunstancia; mientras el mundo de cada uno los envuelve, los devora entre los pliegues de la seguridad de cada día.

Un día que se repite como el anterior absorbiéndoles la vida gota a gota.








Febrero 7 de 1944

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